La maldición de Kratos.

La esfera se rompió en mil pedazos. Resbaló de la mano de Kratos o quizás él la dejó caer. El mundo, hasta entonces blanco, negro y gris, se inundó de verde. Infinitos tonos de verde que cambiaron mágicamente a los seres y a las cosas.

La lluvia de color aceitoso dejaba un sabor metálico en el paladar. El mar de un verde limón parecía estar consumiendo a los seres que vivían en él. Las plantas crecían más de lo normal impulsadas por el tono esmeralda.

También influyó en los humanos. Los distintos tonos de verde que coloreaban la piel hacían que se separasen en clanes que se odiaban entre sí.

Alissa, la niña visionaria, comprendió que el mundo se destruiría y decidió visitar a Elina, que poseía una inteligencia mágica. Recorrió montañas de un verde tan oscuro que parecían simas, vadeó ríos de color pistacho cuyas aguas corrían hacia atrás. Finalmente encontró un templo blanco, la morada de Elina.

Alissa le suplicó que la ayudara a evitar la maldición de Kratos. Elina le dijo que la acompañara a un lugar muy lejano, donde nacía el arcoíris. Allí encontraron el magenta, color complementario del verde y el único que podía vencer su poder. Crearon una espuma mágica y desde la montaña más alta soplaron a través de la espuma inundando el mundo de burbujas que explotaban formando una lluvia de colores. La luz del sol acarició la lluvia y con su brillo la colmó de infinitos matices.