La vecina del 3º D

Soy Pastora, tengo setenta y tres años y estoy en el hospital. No puedo hablar ni moverme, pero a pesar de que todos creen que estoy medio dormida, recuerdo perfectamente lo que pasó.

Todo empezó cuando Carmina decidió mudarse y colocó el cartel de alquiler en el piso 3º D. Ese día, todo el vecindario se puso alerta.

– Ten cuidado con quien metes en tu piso- Dijo María la vecina del segundo

– Procura que sea gente formal y no hagan ruido, que no molesten- Comentó Luisa, del 3º C.

Pronto empezaron a acudir visitantes a ver el piso: un matrimonio rumano, dos chicos negros y una mujer marroquí. Los vecinos cuchicheaban en la puerta del edificio, en las escaleras, en la terraza. El presidente de la comunidad convocó una reunión de vecinos. El tema era la seguridad en el edificio. Carmina no daba crédito a los comentarios en la reunión. Según estos, ella iba a alquilar su piso a personas en las que no se podía confiar, arruinando la tranquilidad de aquel bloque.

Los rumanos eran violentos y conflictivos, los negros eran capaces de realquilar el piso y meter a diez o doce personas en tres habitaciones y los marroquíes eran tramposos y tenían fama de no ser muy limpios. ¿Por qué no alquilaba el piso a españoles? A personas normales y corrientes, como el resto de los vecinos. Personas que eran de fiar.

Carmina respondió enfadada que ella tenía derecho a alquilar su piso a quien quisiera, a lo que los vecinos contestaron que era una egoísta al no tener en cuenta a los demás, claro, como ella se iba. Pero que tuviera cuidado, a ver si se quedaban en el piso sin pagar, que había mucho ocupa, o lo peor, que además le destrozaran el piso.

Mientras tanto, yo, que soy la vecina del bajo, escuchaba los comentarios en silencio. Recordaba cuando quise comprar mi piso. La constructora me pidió varios avales y me puso mil impedimentos. Incluso retrasaron el darme las llaves hasta que estuvieran todos los pisos vendidos. También los vecinos se extrañaron de que una gitana como yo pudiera comprar aquella propiedad. Durante mucho tiempo me ignoraron hasta que, por fin, al cabo de los años conseguí que me aceptaran como vecina.

Al oír los comentarios de aquella reunión, pensé lo parecidos que seguramente habían sido los primeros rumores sobre mí. Había que darles tiempo, probablemente al final tendrían que tragarse sus propias palabras.

A los pocos días el piso estaba alquilado a una mujer marroquí a la que los demás vecinos le negaban el saludo e ignoraban a pesar de que ella era amable y siempre daba los buenos días. En nuestro primer encuentro, le di la bienvenida y le pregunté su nombre, se llamaba Nadia y me explicó que trabajaba en una empresa de limpieza. Inmediatamente me cayó bien aquella chica morena, de pelo rizado a la que escuchaba salir todos los días a trabajar a las seis de la mañana y volver a las siete de la tarde.

Nadia me explicó que además de las horas de trabajo en la empresa, también limpiaba algunas casas de particulares. Casi todo el dinero que ganaba lo enviaba a Marruecos para sus padres y hermanos.

Poco a poco empezaron las quejas de los vecinos, Nadia hablaba demasiado fuerte por teléfono, molestaba a los pisos contiguos porque se levantaba demasiado temprano.

Yo no daba crédito, Nadia era muy agradable, si me la encontraba al volver de la compra, siempre me cogía las bolsas para que no llevara peso, también me obsequiaba con dulces preparados por ella. Cuando comentaba la amabilidad de Nadia, los vecinos contestaban con suspicacia: ten cuidado, esa quiere algo.

Un día al entrar al portal sentí un mareo y caí al suelo, perdiendo en parte el conocimiento. Entre las brumas vi como alguien se acercaba, llevaba zapatillas deportivas, se agachó y cogió mi bolso quitándole la cartera con el dinero. Al rato vi otros pies acercándose, era Nadia, me tocó la frente y llamó inmediatamente a la ambulancia y a varios vecinos, para que la ayudaran a socorrerme.

Cuando me llevaron al hospital, comprobaron que no llevaba la cartera con mi documentación, aunque uno de mis vecinos me había visto con ella en las manos sacando dinero en el banco. Todos dieron por hecho que Nadia me había robado la cartera y el dinero, aunque no podían demostrarlo.

En los días siguientes, empezaron a visitarme en el hospital, había pasado de ser alguien a quien simplemente se tolera a una especie de víctima a la que había que defender. Me comentaron sus sospechas sobre Nadia y que pensaban hacerle la vida imposible.

La vecina del segundo ha venido a verme con su hijo adolescente y me dice que están recogiendo firmas para echar a Nadia del edificio. Mientras hace comentarios desagradables y racistas, estoy pensando que menos mal que con esos auriculares enormes, que parecen nuevos, el chico no puede escucharla. Me gustaría poder replicarle, pero aún estoy sin voz. Concentro mi atención el chico, un adolescente desgarbado, con ropa y zapatillas deportivas. Esas zapatillas… Quiero hablar, pero no puedo, mis ojos fijos en el chaval, intento levantar el brazo hacia él, pero sólo puedo mover levemente un dedo mientras veo en los ojos de su madre un odio irracional e incomprensible hacia Nadia.

48 Comments

  1. Hola Lola.
    ¡Qué fácil es desprestigiar y acusar, aunque no tengan ninguna prueba de nada! Mientras el hijo de la vecina del segundo, con sus zapatillas deportivas y sus auriculares nuevos, no despierta ninguna sospecha. Pero claro, él es de aquí.
    La injusticia pintada con colores muy reales. ¡Buen relato!
    Un abrazo.

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  2. Muy bueno tu relato, con ese final que nos deja sensación de impotencia e impunidad ! Supongo que los prejuicios hacia el diferente es algo tan viejo como el mismo mundo y que parece que con el tiempo no se dejan vencer! Un abrazote y suerte!

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  3. Estupendo relato Lola, has plasmado perfectamente los prejuicios raciales que predominan en casi todos nosotros, se quiera reconocer o no, en todas las comunidades de vecinos. Buena aportación, suerte.
    Un saludo.

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  4. Es un excelente relato, tantas veces sucede esto de desconfiar de una persona por portar un color diferente de piel o ser de otra nacionalidad, es muy común en todos lados.
    Muy bien narrado, pude sentir la impotencia de la señora en esa cama sin poder moverse o hablar, tremendo.
    Saludos.
    PATRICIA F.

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  5. Un relato maravilloso, Lola, de los que te llegan al alma. La discriminación racial cuando la persona es pobre, está a la orden del día. Me ha encantado la voz de la narradora, tan natural como creíble, y esa incapacidad que le impide hablar mientras los demás se ensañan con Nadia.
    Suerte en el concurso.
    Un abrazo.

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  6. ¡Hola Lola! Genial el relato que has construido. Y que rápidos somos a veces para juzgar a las personas basándonos solamente en su procedencia. Muy bien reflejada la impotencia de la anciana vecina al descubrir al ladrón y no poder contarlo por el estado en el que se encuentra.
    Un saludo y suerte en el concurso.

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  7. Hola Lola. Muy cierto lo que se desprende de tu relato, a las personas hay que juzgarlas por como son, no por su procedencia o color de piel. Conozco un caso cercano de un piso en el que abajo vive gente de color y arriba una señora anciana, vecina de toda la vida, con su hija y su nieto. A los de abajo se les llamó la atención precisamente por lo que comentas en tu relato, hablaban muy alto por teléfono por las noches, cogieron el recado y no hubo mas problemas. La anciana de arriba ha caído enferma de Alzheimer y todos los días, a cualquier hora, hay gritos de desprecio hacia ella de la hija y el nieto, dos prendas de cuidado faltos de educación incluso con los vecinos, y de cualquier sentido de la decencia. Ser de aquí o de allá no te hace mejor ni peor, a cada cual hay que darle lo que tiene según su forma de comportarse. Interpreto que en tu relato la incapacidad para comunicarse de la anciana es un símil de una sociedad que hace oídos sordos ante el racismo. Un abrazo.

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    1. Así es, Jorge, desgraciadamente juzgamos muy a la ligera a personas sólo por su procedencia y el color de piel. Seguro que los maleducados e impresentables que citas ni siquiera reciben ninguna queja. Un abrazo!!

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  8. Pues sí, Lola. Somos capaces de destrozar la vida de una persona por nuestros miedos y odios. Espero que la pobre mujer se recupere pronto y pueda defender a Nadia aunque mucho me que que sus vecinos jamás la creerán o dirán que ha perdido la cabeza.
    Un trabajo desgarrador. Te deseo lo mejor.
    Un saludo.

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  9. Pues a pesar de que el relato es muy bueno y tiene una trama co tintada y sólida, te diré que aún lo encuentro poco realista. Me temo que en una comunidad como esa ( la reunión de seguridad es definitoria), le habrían vuelto a retirar el saludo a Carmina, porque el wue se sale de la política marcada, es peor wue el discriminado. se le considera sdrmas un traidor. Seguro wue a posterioridad se concerta otra reunion.
    abrazoo

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    1. Pues tienes razón, Gabi, he sido bastante optimista, en realidad lo normal es que a Carmina le tuvieran la misma consideración que a Nadia, desgraciadamente vivimos en una sociedad cruel y llena de prejuicios. Gracias por leer y comentar, un abrazo!

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  10. Tal cual, Lola, nos dejamos ir por los prejuicios en vez de por el sentido común y pasa lo que pasa, al final pagan justos por listillos.
    Un relato genial, lleno de prejuicios, odios y enseñanzas.
    Mucha suerte y un abrazo

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  11. Hola, Lola. Que bien has puesto el tema de los vecindarios, en todos se cuecen habas por muy finos que algunos de sus residentes se crean. Yo habría puesto un epílogo donde la gitana convaleciente vuelve a su bajo y al visitarla un nieto (medio gitano, medio lo que sea, y encima ingeniero electrónico) recupera unas imágenes de una cámara próxima de vigilancia y se ve al verdadero ladrón. Que encima vive en el segundo piso y cuya madre es la más chismosa del barrio. Ah y la marroquí compró finalmente el piso porque la toco una primitiva y ahora es la más rica del vecindario.
    Saludos y suerte.

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    1. Muchas gracias, Jorge y enhorabuena a ti también por ese primer puesto, muy merecido, tu historia, como ya te comenté, es estupenda, tanto los diálogos, situación y el personaje de la chica, Maradona, son de los que llegan. Un abrazo!!

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    1. Hola Isabel, sí que comentaste, pero no fue aquí sino en mi comentario con el enlace en el tintero, por eso no lo ves. Muchas gracias y enhorabuena a ti también por el tintero de bronce, sigo reiterando que tu relato me parece magnífico. Un abrazo muyyy grande!!

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